El spread bancario es la diferencia entre la tasa de interés que cobran los bancos por los créditos que otorgan (tasa activa) y la que pagan por los depósitos que reciben (tasa pasiva).
Esa diferencia se explica por varios factores, todos ellos igualmente atendibles. Es que el banco y las demás entidades financieras, además de pagar el interés por los dineros que captan, deben incluir conceptos como los siguientes:
1. Gastos operativos. Que incluyen todos los gastos en que incurren en su actividad: sueldos de sus trabajadores (entre ellos los analistas que evalúan la capacidad crediticia del solicitante), alquiler de las oficinas, costo de las computadoras y programas que emplean, etc.
2. Requerimientos de provisiones. Es decir, fondos que deben mantener inmovilizados para hacer frente a eventuales contingencias problemáticas (por ejemplo, cuentas de cobranza dudosa, fluctuación en el precio de títulos valores, pago de beneficios sociales, etc).
3. Encajes. Fondos que deben depositar en el banco central por exigencia de la política monetaria que este lleva a cabo en su permanente lucha contra la inflación.
4. Rentabilidad. La utilidad que se espera obtener por el negocio de intermediación.
Esos son los factores íntimamente asociados al negocio bancario. Pero hay otros que también influyen en el spread, y que tienen que ver más bien con las circunstancias o la coyuntura de la actividad financiera, o la realidad económica del país o del mundo.
Son factores tales como la concentración bancaria (una más elevada tendería a elevar el spread), el nivel de liquidez existente en la economía (que al influir sobre las tasas de interés activa y pasiva podría alterar hacia arriba o hacia abajo el nivel del spread), el apalancamiento (un banco con mayor capacidad para agenciarse recursos prestables podría operar con una menor tasa activa y por ende con un menor spread), el riesgo de devaluación (al afectar en un sentido o el otro los flujos esperados de ingresos y egresos financieros podría afectar el spread), la inflación (al afectar las tasas reales de interés y con ello el incentivo a ahorrar podría reducir el spread) y el nivel de actividad de la economía (un auge podría inducir a los bancos a elevar el spread, en tanto que un enfriamiento acompañado por el incremento de la tasa de morosidad podría obligarlos a reducirlo).
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