La tasa de interés real positiva es aquélla derivada de la existencia de una tasa de interés nominal superior a la tasa inflacionaria. La negativa, contrariamente, es aquélla resultante de una tasa de interés nominal inferior a la tasa de inflación.
Por ejemplo, cuando un banco paga por los ahorros una tasa de interés efectiva anual de 5%, cuando la inflación es del 10%, significa que está abonando al ahorrista una tasa de interés real negativa, pues éste recibe, al retirar su depósito, un monto que en términos reales (de capacidad adquisitiva) es menor que el inicial.
Lo normal es que existan tasas reales positivas, pues son éstas las que incentivan el ahorro. Sin embargo, en condiciones de elevada inflación, en que se desquician las cuentas del Estado, de los bancos y de todos los agentes económicos, las tasas reales negativas comienzan a aparecer.
Bajo esas circunstancias anómalas, los ahorristas tienden a guiarse (y entusiasmarse) únicamente por el creciente nivel de las tasas nominales, se confunden acerca de la tasa real que perciben sus ahorros, y continúan manteniendo sus ahorros en condiciones a todas luces desfavorables. Sólo cuando comprenden que están perdiendo, retiran sus ahorros y buscan otra alternativa de inversión.
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